El extraterrestre era bajito y cabezón. Miraba fijo con sus
inexpresivos ojos negros. Bruno le preguntó si quería algo. El
extraterrestre no le respondió nada.
—¿Entonces, para qué me despertaste? —preguntó Bruno, indignado.
El extraterrestre se encogió de hombros, como queriendo decir que había sido Bruno el que lo había despertado a él.
Luego, alguien realmente abrió los ojos.
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