Algo enverdeció mi cara. Sentí piedad de mí. El espejo me proyectaba
una imagen escalofriante. Alguna enfermedad me estaba aguardando. Me
abrí la bata y una cicatriz apareció en mi torax. Nunca me operé de cosa
alguna. Mi desconcierto aumentó, tenia una costra de alguna herida en
mi muñeca.
—¡Oigan no es lo que piensan! No soy suicida.
Tomé
un cuchillo de la cocina y me raspé la herida. Escuché un sonido y
estaba justo bajo mi piel. Acerqué la muñeca a mi oído y ahí estaba, era
intermitente. Seguir seria suicida. Me sentí mareado. No podía más...
Me
dormí. Escuché ruidos. Quise despertar. No pude. Y unas voces con
idioma desconocido casi electrónico se comunicaban ahí afuera.
En mi intento por abrir los ojos, veo mis manos... A través de una imagen borrosa observo que solo tengo tres dedos en cada una.
Acerca de la autora:
Condessa Nadja.
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