jueves, 31 de marzo de 2016

Mi espejo - Ada Inés Lerner


Cuando pequeña me regalaron un espejo con un marco antiguo, una obra de arte.; se dio entre nosotros un lazo muy especial. Si algo me ocurre mi espejo lo siente. Lo descubrí desde el principio. Yo tropezaba y en él se veían lágrimas. Me caía por las escaleras, él reflejaba en mi cuerpito, moretones y heridas. Al llegar a la adolescencia, mi primer noviazgo fue pobre, mi espejo lo reflejó; para consolarme yo apoyaba mis labios en su cristal y lo entibiaba, presa del deseo él se empañaba. Fue en esos momentos que mostró mi rostro asustado. Un día, especialmente triste, decidí suicidarme. Él lo comprendió, y con voz temblorosa me preguntó: “¿Cómo piensas hacerlo?”. Acaricié el marco y antes de que pudiera reflejarme y liberarse, lo tiré por la ventana.

Acerca de la auora:

El retrato de Oscar W. - Claudia Isabel Lonfat


El retrato estaba terminado. Tenía cierto desorden en la proporción de los rasgos, es decir, los ojos más juntos, la nariz más pequeña, los labios más delgados, aunque en conjunto, no existía duda que se trataba de Oscar W.
Después de treinta años, cuando de a poco se fue convirtiendo en ratón, se dio cuenta de que debería haber sido más preciso con las proporciones.

Acerca de la autora: 

El subte - Alberto Benza


Bajo raudamente al subte de Acoyte y me doy con la sorpresa de que está Marilyn esperando el tren que la llevará a la estación Lima. Me digo: “Ésta vez no puedo dejarla ir”. Compro mi boleto, paso el control y la tomo por sorpresa de espalda, pero caigo en el riel. El tren viene y miro hacia ella desesperado. Ella me mira sonriente, me guiña el ojo y se desvanece.

Acerca del autor:

La costura del tiempo - Ernesto Simón


En el año 2666 comenzó a rajarse la costura del tiempo. Desde entonces, la historia del mundo se dividió en dos versiones. Las letras se escribieron duplicadas. Todo se supo de dos maneras. El espejo se convirtió en matriz ineludible. Hubo un lado y hubo otro. Cuentan que los hombres nunca supieron de la misteriosa costura que Dios no había terminado de unir. Un trabajo mal hecho y la fatiga inesperada del Todopoderoso contribuyeron al malogrado final. La humanidad quedó condenada a conocer una sola de las dos versiones que cifran la historia.

Acerca del autor:
Ernesto Simón

Viaje a Marte - Victoria Baudin


Antes de subirme a la nave que me llevaría a Marte, les pregunte a los pocos que estaban despidiéndome:
—¿Qué creen que encuentre allá?
Mi tía y mis dos primos me dijeron que sería perseguido por un robot intergaláctico como el de las películas, o quizás por un extraterrestre, mientras que mi padre, sin dejar de lado su malhumor, solo me dijo: “Nada nuevo”.
Y con eso, emprendí el viaje.
Mientras estaba sentado mirando literalmente a la nada, me preguntaba: “¿Quién tendrá razón, después de todo?”. Descartaba por completo la idea de mi padre, es imposible que uno no encuentre nada nuevo en un lugar totalmente desconocido; vez mi tía y mis primos tengan razón, si verdaderamente resultaba así, si lograba sobrevivir, tendría que traerlos algún día.
Cuando por fin todo estuvo en condiciones para descender, bajé de la nave. Pero lo que encontré me quitó todas las ilusiones que me había hecho.
“Nada nuevo”. Mi padre tenía razón. Mi rostro era todo el paisaje; Marte era mi cara, nada nuevo, es más, es lo que veo todos los días al mirarme al espejo.
Mi padre interrumpió mi sueño; eran casi las seis de la mañana y, según él, yo gritaba como loco: ¡Marte, Marte!, revolviéndome en la cama. Gritaba como lo que soy: un pequeño inocente que sueña con llegar a Marte, pero también sueña con otra cosa: que su padre lo entienda y lo acompañe en el viaje por la vida, tanto o más peligroso y emocionante que un viaje a Marte.

Acerca de la autora:
Victoria Baudin


domingo, 27 de marzo de 2016

La herencia - León Tolstoi

 

Un hombre tenía dos hijos.
—Cuando muera, lo partiréis todo a medias —les dijo en una ocasión.
El padre se murió y los hijos comenzaron a discutir sobre la herencia.
Finalmente, le pidieron a un vecino que les aconsejara, y éste les preguntó:
—¿Cómo dijo vuestro padre que dividierais la herencia?
Los hermanos contestaron:
—Nos recomendó que la partiéramos a medias.
—Entonces —dijo el vecino—, cortad en dos los trajes, romped la vajilla por la mitad, y partid en dos cada cabeza de ganado.
Los hermanos siguieron el consejo del vecino y se quedaron sin nada.

Acerca del autor:
León Tolstoi

Cuentos largos - Juan Ramón Jiménez


¡Cuentos largos, tan largos! ¡De una página! ¡Ay, el día en que los hombres sepamos todos agrandar una chispa hasta el sol que un hombre les dé concentrado en una chispa; el día en que nos demos cuenta de que nada tiene tamaño, y que, por lo tanto, basta lo suficiente; el día en que comprendamos que nada vale por sus dimensiones —y así acaba el ridículo que vio Micromega y que yo veo cada día—; y que un libro puede reducirse a la mano de una hormiga porque puede amplificarlo la idea y hacerlo el universo!

Acerca del autor:
Juan Ramón Jiménez

La consulta - Álvaro Menén Desleal


—Tengo razones fundadas, doctor —dijo el hombre de impoluto traje blanco, pacientemente recostado en el diván del psiquiatra—, para suponer que padezco de una personalidad dividida.
El psiquiatra anotó en su libretita que, tentativamente, desechaba la presencia de una esquizofrenia: en general, una persona afectada de tal dolencia evita la consulta con el médico.
La consulta duró casi dos horas. Hubo preguntas cortas y respuestas largas. Aparentemente más tranquilo, el hombre se despidió del psiquiatra, pagó a una secretaria el valor de la consulta, y ganó la puerta.
En la calle, vestido de negro riguroso, le esperaba otro hombre.
—¿Lo confirmaste? —preguntó el hombre de negro.
—No sé —fue la respuesta del hombre de blanco.
Luego se fundieron en un solo individuo, enfundado en un traje gris.

Acerca del autor:
Álvaro Menen Desleal

Aparición del tritón – Ramón Gómez de la Serna


La bella joven se reía tanto después del baño a la orilla del mar, que como la risa es la mayor provocadora de la curiosidad, asomó su cabeza un tritón para ver lo que pasaba.
—¡Un tritón! —gritó ella, pero el tritón tranquilo y sonriente la serenó con la pregunta más inesperada:
—¿Quieres decirme qué hora es?

Acerca del autor:
Ramón Gómez de la Serna

Un factor no tenido en cuenta - Ambrose Bierce


Un Hombre que poseía un hermoso Perro, y mediante una cuidadosa selección de sus parejas había criado una cantidad de animales apenas inferiores a los ángeles, se enamoró de su lavandera, se casó con ella y crió una familia de bobalicones.
—¡Qué lástima! —exclamó una vez, contemplando melancólico el resultado—. Si hubiera buscado mi pareja con la mitad del cuidado que puse para mi perro, sería ahora un padre orgulloso y feliz.
—No estoy tan seguro de eso —dijo el Perro, que acertó a escuchar el lamento—. Hay una diferencia, es verdad, entre tus cachorros y los míos, pero yo me halago pensando que no se debe completamente a las madres. Tú y yo no nos parecemos del todo.

Acerca del autor:

miércoles, 23 de marzo de 2016

Baile de mariposas - Lola Sanabria


Nada más verla acercarse, la cogió de la mano y la arrastró detrás del mostrador de Coca-Cola. Ella intentó hablar, pero él le tapó la boca. Le bajó la malla violeta y entró en su cuerpo con un deseo olvidado después de tantos años de rutina. Se incorporó al dar los cuartos, con una serpentina sobre la cabeza. Subía la cremallera de su pantalón, cuando se encontró de frente con la otra mariposa. Dos cuencos de uvas temblonas en cada mano y el anillo brillando en el anular.

Acerca de la autora:

Aumento - Alejandro Domínguez


—Su majestad, quisiera pedirle un aumento.
—¿Un aumento? Pero si no haces más que probar la comida. Comes gratis y todavía te atreves a pedir un aumento! A la guillotina! Córtenle la cabeza y traigan a otro!
—Aquí está, su majestad.
—A ver prueba esto.
—Claro su majestad. Ammm… ahhh... ahhhh… gghhh… ghhhhggghh… hhh.
—Está muerto, su majestad. Parece que la comida está envenenada.
—Mmm… llévenselo y envíen la comida a los familiares de los dos fallecidos.

Acerca del autor:
Alejando Dominguez

El templo - Alejandro Zaccardi


Le tenía terror al Templo, lugar silencioso de figuras muertas, y hombres vestidos de luto con caras duras y grises.
La gente murmuraba y se agachaba como si tuviese un peso terrible en sus espaldas. Siempre el lugar estaba iluminado por velas, en una oscuridad permanente que hacía todo más irreal.
Más adelante escuchó decir que ahí se hablaba del Amor de Dios. Que esos hombres de negro lo predicaban. Pero siempre lo dudó.
Nunca creyó que Dios se manifestara en ese Infierno.

Acerca del autor:
Alejandro Zaccardi

La condena - Adrián Giménez Prado


Escuché la sentencia del jurado. No pestañeé, creo que ni siquiera hice una mueca. Recorrí con mi imaginación el sueño soñado anoche. Volví sobre mis pasos, atravesando el pasillo a mi celda.
Me condenaban nuevamente y, como en mis sueños, por cada condena una vida distinta me esperaba en castigo. La condena sólo era un pretexto de los dioses para hacerme inmortal.

Acerca del autor:

Carta al señor Alzheimer - Ángeles Correa


Estimado señor Alzheimer:
Presiento que estás llamando a mi puerta pero me resisto abrirte. Sé que al final te colarás por alguna rendija de mi cerebro. No sé cuándo, pero notaré que ya estás conmigo.
Te sentía, aunque te ignoraba; no quería que nadie notara mis despistes, que así los llamaba yo cuando algo se me iba de la mente. Perdía las llaves, olvidaba los nombres, comprar el pan, y así día a día me daba cuenta que tus gruesos zapatones iban aplastando mis pequeños y grandes recuerdos. Mi cerebro se me secaba, me quedaba fría y no podía luchar.
Ya no puedo disimular que estás conmigo. Mi vida se está borrando, mis recuerdos caen como hojas secas de un árbol en otoño. Vivo en un permanente vendaval. Pero lo que sé que no me vas a quitar es esperar cada día la primavera, los brotes verdes, el nacimiento de una pequeña luz en mis recuerdos, cada vez con más sombras.
La luz me llegaba cuando su mano me acariciaba; yo sé que es el amor de mi vida, el que siempre estuvo aquí. Tenemos muchas cosas en común, y no quiero olvidar que siempre lo quise. Por eso estará conmigo y la lucha por vencerte no decaerá.
¿Fue quizá la música? ¿Aquella melodía? ¿Sus caricias que quedaron grabadas? Algo me hizo recordar que lo debí querer con locura, y es él quien no permitirá que el árbol de mi vida se deshoje de una vez.
Siempre estará conmigo y juntos lucharemos contra ti, los dos unidos te  haremos frente, y no podrás separarnos, aunque sepamos que tendremos un compañero hasta el final del viaje, pero conseguiremos detener la velocidad de este recorrido.
No me despido porque ya formas parte de mí, pero que sepas, que hay otra persona que me hará feliz a pesar de todo y juntos avanzaremos a través del recuerdo.

Acerca de la autora:

martes, 22 de marzo de 2016

¡Ni gota! - Jorge Ariel Madrazo


Todo estaba listo para la boda. La víspera, en la cena de a dos, ella alargó una mano para servir los últimos chorros del íntimo champán y los escanció en su propia copa, bromeando: “Tú no te lo mereces, aún no eres mi marido”. Él celebró la broma. Meses más tarde se casó con otra mujer, ésta sí perfecta: era abstemia.

Acerca del autor:
Jorge Ariel Madrazo

Duende - Jorge Ariel Madrazo


El otro día lo vi, al duende de las cosas. Debía haberse hastiado de sostener su rígida forma de ropero y entonces, en una distracción volvió a mostrar, sólo por unos segundos, el gorro con una borla roja, los zapatos verdes en punta, la nariz lustrada como un espejo y el cuerpito marrón. Al advertir que lo miraba disimuló y de un brinco creció hasta su ficción de mobiliario. Después de este descubrimiento, acechando sin tregua conseguí sorprender, sucesivamente, a los duendes de la cama, de la olla y del lápiz Faber número dos. Pero era siempre el mismo y único Duende Platónico ideal, la Idea o esencia Duende, sólo que había aprendido con Ovidio el arte de las Metamorfosis. Me sacó la lengua y no lo vi más.

Acerca del autor:

Gautama – Jorge Ariel Madrazo


Giran dibujándole órbitas al ventrudo domo de piedra, a la Stupa o cúpula gigante. Para así ganar el perdón y la reencarnación, porque ese vientre es El Buda. Entre ellos gira Yazok, quien a lo ancho de perversas duermevelas comercia en su tenderete la carne en sazón de bellas adolescentes. Yazok es el único autorizado por el Lama a escalar, para lavarlo, el divino vientre. Carga baldes colmados de agua jabonosa y otros con pintura color azafrán, destinada a fingir una descomunal flor de loto. Por la escalerilla de la Stupa transcurren años y generaciones de fieles que, entre rezos, con sus manos hacen rotar los cilindros de bronce: los pies de Gautama. Mil velas tiemblan en sus cubiletes llenos de grasa de cerdo. Mil adoradores, cojos y mancos y niños y ancianos y prostitutas y ciclistas suben y bajan (aferrando las velas) los andariveles en espiral de la Stupa. Las ratas muerden sus pies. Dentro del tenderete, Yazok vigila con avidez su ración de carne adolescente.

Acerca del autor:

sábado, 19 de marzo de 2016

Gretel toma una decisión - Saurio


Una vez que hubo empujado a la bruja dentro del horno, Gretel fue a liberar a Hansel. Cuando lo vio en la jaula, gordo como un cerdo, aún lamiendo la escudilla de la última comida que la hechicera le había servido, lo pensó mejor. Al fin y al cabo, ella estaba hambrienta, los planes de su hermano no habían sido muy buenos y, la verdad, el muy egoísta no se había negado a comer ni había separado parte de los alimentos para dárselos a su hermana. Todo lo contrario, aprovechaba la mala vista de la bruja para engañarla con un huesito de pollo y así obtener más comida, mientras la pobre Gretel meta laburar para, con suerte, recibir algún que otro mendrugo.
Sí, era una pena que todas esas deliciosas proteínas se malgastaran en el idiota de Hansel. Además, el horno ya estaba caliente, las papas y las cebollas estaban peladas y ella tenía mucho, mucho hambre.

Acerca del autor:
Saurio

sesilU - Lilian Elphick


Me han de llamar sesilU porque me vi en el espejo de las aguas. Antes, los graznidos de las gaviotas alertaron la desesperanza. La arena era gruesa, no podía caminar. El dolor del retorno era más fuerte, sin embargo. Volver, mientras una mano suave retenía la mía. Volver a la otra orilla, pero ¿cuál?
No había viento. El sol se iba de mis ojos, y la muerte llegaba dócil a mojarme los pies. ¡sesilU!, gritaron las sirenas, arrastrándome a una historia sin batallas.

Acerca de la autora:
Lilian Elphick

Ca Búm - Daniel Frini


El índice de decaimiento de las reacciones termonucleares disminuía de una manera alarmante. La estrella, incapaz de sostenerse, estaba a punto de colapsar en una explosión de supernova.
En la nave, los científicos observaban a través del gran cristal; mientras los monitores a sus espaldas iban desgranando cifras, gráficos e imágenes en distintas longitudes de onda.
En el gran cristal, de tres metros de alto por cinco de ancho, que ocupaba toda la pared frontal de la nave, se veía el espacio negro, con la estrella en estudio en el centro y algún punto brillante y pequeño acá o allá. En un instante todo era negro, y al siguiente, la luz cegadora de la explosión pintó toda la sala de un blanco insoportable.
Los hombres, flotando de frente a la estrella que moría, con anteojos oscuros y vestidos uno con zunga leonada y el otro con bermuda surfera, contuvieron el aliento por un momento interminable.
―Qué lo parió ―dijo Zamudio.
―Impresionante ―dijo Pettorutti.
―Ajá.
―Páseme el bronceador.
―Acatá.
―Alcánceme una birra de la heladerita. Cuídese la cara. Usted tiene piel muy blanca.
―No se haga problema ¿Quedó algún sánguche de crudo y queso?


Acerca del autor:
Daniel Frini

Amigos para siempre - Enrique Tamarit Cerdá


Fuimos inseparables; “la cuerda y el pozal”, nos decían. Juntos apedreamos cristales, aprendimos a liar pitillos, sentimos la fascinación por el vaivén de las faldas plisadas y emulamos a Onán hasta desfallecer. A su lado mudé luego la voz, pugnó la primera pelusa por aventajar al acné, me emborraché rozando el coma y me catearon todas las asignaturas. Compartimos vecindario y aulas, pasión por los libros, el mar y las mismas mujeres. No faltaron ocasiones para constatar que la cuerda era él, que siempre sobresalió en todo. Yo era experto en castigos, fracasos, resacas y desamores, asiduo al fondo del pozo con el culo pegado al fango. El comienzo de la vida adulta nos distanció, aunque conservamos la costumbre de escalar juntos todos los veranos. Un funesto día se despeñó fijando en mí su mirada perpleja. Lo vi romperse al pie del acantilado, mientras reajustaba la zapatilla que casi pierdo al patearlo, y pensé que ningún vínculo es tan perdurable como los que forjamos en nuestros primeros años.

Acerca del autor:


Pisar caca - Fernando Andrés Puga


A juzgar por lo que piso cada mañana en el umbral cuando salgo para la oficina, a esta altura debería ser multimillonario. Pero no. ¿A quién se le habrá ocurrido semejante tontería?
Hoy salí preocupado. El jefe me pidió que fuera unos minutos antes porque tenía que comunicarme algo personal. Cuando bajé la vista y descubrí que no había nada en el umbral, caí en la cuenta de que, si no hacía algo para impedirlo, hoy no sería precisamente un ascenso lo que se me notificaría. Me senté a esperar que pasara mi vecinita con su caniche toy.

Acerca del autor
Fernando Andrés Puga

martes, 15 de marzo de 2016

Libre albedrío - Fernando Andrés Puga


—¡Pero qué te has creído! ¡Insolente! ¿Cómo se te ocurre levantarme la voz?
—¿Y cómo no, si querés deshacerte de mí justo en este momento, luego de haberme hecho sufrir tanto? Por una vez que pude gozar y vos no tenés mejor idea que hacer aparecer al imbécil del marido, fuera de sí y con un arma en la mano.
—Eso no te da derecho a gritarme de esa forma. Vos sos mío y hacés lo que yo te digo y te la bancás como un señorito. ¿Qué es eso de andar cuestionando al creador?
—¡Oíme! Vos serás todo lo creador que se te dé la gana, pero yo no quiero morir. Así que o empezás a respetar mis deseos o me borro de una. En serio. Me borro y te quedás sin cuento. ¿Entendiste?
El click del gatillo lo despertó a tiempo.

Acerca del autor:
Fernando Andrés Puga

Transformaciones - Adriana Alarco de Zadra


—¿En qué estás pensando, mi estimado amigo?
—Estoy pasando revista a los errores que he hecho en mi vida. Por ejemplo, desde que el muñeco que inventé se convirtió en niño, no he podido escribir su historia porque es demasiado banal. Debería haberlo dejado como una pieza de madera, que era más simpático, travieso y versátil.
—Eso me pasa mí también…
—¿También creaste un muñeco que se convirtió en niño?
—¡No, para nada! Yo inventé un gigante que se convirtió en molino y, en vez de asustarse, los lectores se rieron a gritos.
—Así sucede cuando los personajes cambian de forma sin permiso del autor, mi estimado amigo.
—Al menos hemos entretenido a millones de lectores grandes y chicos, durante muchos años.
—No debemos afligirnos. Sigamos nuestro viaje por el espacio que un día llegaremos al Paraíso como nos prometió Dante.
—Si no se transforma en un infierno…

Acerca de la autora:
Adriana Alarco de Zadra

¿Se imaginan? - Juan Manuel Valitutti


En un agujero en el suelo vivía un hobbit…
El Profesor estudió lo que había escrito en el margen superior de la hoja. “No está mal”, pensó. Pero entonces vio el 1 (uno) con todo y su firma bajo el nombre de ese estudiantillo, que había tenido la desfachatez de entregarle el examen en blanco.
¡Oh, cómo se deprimió! Hizo un bollo con la hoja y la arrojó al cesto, olvidando todo el asunto.
Afortunadamente, cuando corrigió el segundo examen, le subió el ánimo: el alumno en cuestión merecía un 10 (diez).

Acerca del autor:
Juan Manuel Valitutti

Recompensa a los actos de estúpida bondad - Daniel Frini


El rey, viejo de días, llegó a trance de muerte.
Esataba en su lecho; ojeroso, pálido, ajado y consumido; y jadeaba, fatigado, su respiración agonizante. Los ojos claros buscaron a su Maestre General y con un breve parpadeo, le indicaron que iniciase la Ceremonia de Despedida.
Desde los tiempos de Rahn el Conquistador y la instauración de los Gobiernos de Paz, hacía más de cuatrocientos años, todos los reyes de las Tierras Altas murieron en sus camas, rodeados por sus hijos y los Señores del Rey. Las últimas palabras de los moribundos fueron registradas por los maestres de cada uno, y grabadas como epitafios en sus mausoleos. Era parte de la Costumbre; y, según ésta, esas frases marcaban a fuego cada reinado, y a cada rey, en la Historia.
La hermosa tumba de Meklhem el Grande, hijo de Rahn y consolidador de las Leyes inició el legado y mostraba aún, desgastado por los años, el texto famoso que todavía encabezaba cualquier documento real: «La Paz ha llegado»
Brande el Santo dijo «Dios nos ha dado la Grandeza». En el ápside del mausoleo de Kirill el Fuerte se leía «La razón prevalece». Stoyan el Sabio sentenció «Buscad la Justicia». La Costumbre mandó recordar así a todos los reyes kvalnires.
Y ahora, a sabiendas de que cualquier expiración podía ser la última, el Maestre General mantenía los oídos muy cerca de los labios de Ahrend, conocido como el Bueno.
Por orden del Maestre, en la cámara real imperaba el más profundo silencio, para evitar que algún leve sonido pudiera sobreponerse a la voz débil del monarca; y su sentencia se perdiese para la posteridad.
Dos guardias abrieron las puertas. La solemne procesión entró y se ubicó a los pies del lecho de muerte. La encabezaban los Cuatro Príncipes, y detrás venían los Doce Señores del Rey.
El anciano moribundo miró al Uradel el Hermoso, heredero del trono, y admiró con algo de orgullo el cuerpo atlético de su hijo, sus cabellos rubios, su piel brillante, sus ojos celestes como el mejor de los días en las Costas y su porte real en el detalle con que apoyaba su mano en el pomo de Aesahaettr, la Espada Danzante.
Luego pasó la vista a Aelle, la Princesa del Amanecer y y extrañó los días en que sus manos jugaban entre los cabellos rojos y ensortijados de su hija. Deseó besarle, una úlima vez, las pecas innumerables de sus mejillas rubicundas y alzar en el aire su cuerpo menudo, como lo hacía cuando era niña.
Sintió una leve inquietud al posar sus ojos en Gram, el Príncipe Silencioso. Siempre le pasaba al mirar los ojos profundos y oscuros, la piel tunecina y los largos y negros cabellos lacios.
Esbozó una mueca que quiso ser sonrisa al mirar a Snag, la Princesa Feliz y adorar la piel nívea de su pequeña, su nariz fina y su cabello leonado y sedoso.
Movió los labios, en un intento de articular palabras. El Maestre General aguzó su oído.
Ahrend miró a sus hijos otra vez. Los dorados cabellos de Uradel, el pelo rojo y rizdo de Aelle, la melena azabache de Gram y los bucles ocres de Snag. Rubio, rojo, azabache y castaño.
Intentó hablar otra vez y la voz se le cortó con una tos seca y apagada. Hizo un leve gesto con su dedo al Maestre General que se acercó aún más. El rey aspiró por última vez y dijo:
—La reina siempre fue muy puta
Después, murió.

Acerca del autor: 
Daniel Frini

El valor de la inocencia - Saurio


—¡Ja! ¡Ja! ¡Que la inocencia te valga.
—Seis mil pesos.
—No te entiendo.
—Que mi inocencia vale seis mil pesos.
—¿No pretenderás que te pague seis mil pesos?
—Sí. Vos me hiciste la broma de inocentes y ese es el valor de mi inocencia.
—Ja, ja, ja. Me estás haciendo una broma de inocentes.
—No. Seis lucas. Taka taka. Contado. No acepto débito o crédito.
—Dale, no jodas.
—Seis lucas.Ya. Poniendo estaba la gansa.
—Pero... no tengo seis lucas encima... y era una broma... es el día de los inocentes... es lo que se acostumbra...
—No me importa. Pagá o vas a vértelas con Tony y Gino.
—¿Quiénes?
—Tony "Metralleta" Partigiano y Gino "Mascatripas" Catzorrosso. Mis asociados. Ninguna deuda queda impaga luego de una visita de ellos. De hecho, la gente no queda en condiciones de endeudarse nunca más luego de que Tony y Gino los hacen entrar en razones.
—¡Por favor! ¡Tengo familia, hijos, un golden retriever precioso...!
—¡Ja! ¡Ja! ¡Que la inocencia te valga.
—Ocho mil pesos.
—No te entiendo.

Acerca del autor:
Saurio

viernes, 11 de marzo de 2016

Deuda – Sergio Gaut vel Hartman


Catáfito, el Judío Errante para algunos, Ahasverus, el sirio, para otros, llevaba dos mil años pagando una deuda, incrementada por intereses que ya superaban el capital original. Decía la leyenda —y él no tenía cómo refutarla— que su complacencia ante el sufrimiento ajeno, schadenfreunde, según Schopenhauer, había enfurecido a Cristo: “El Hijo del Hombre se va, pero tú esperarás su regreso”. Y él no había dejado de esperar. Cada siglo sufría enfermedades, dolor, angustia de muerte, pero no moría; sanaba y rejuvenecía hasta tener de nuevo treinta y tres años. Veinte veces había “casi” muerto, y siempre había superado la agonía para reiniciar el ciclo. Pero esta vez sería diferente: había aprendido un truco... Moriría durante unos minutos, serían suficientes.
—¿Cuándo regresará el Hijo del Hombre? —balbuceó una vez que alcanzó el Lugar. La respuesta lo golpeó como un mazazo en el cráneo.
—El Hijo del Hombre no trabaja más aquí. No está programada la Segunda Venida, por lo menos durante los próximos dos mil años.

Acerca del autor:

Aviso - Carlos Feinstein


¿Cansado de los cumpleaños aburridos, harto de la torta con velitas y de los parientes pelmazos? Planee algo memorable para su próxima fiesta, una verdadera matanza de zombis. Nada de cine 3D, películas con efectos especiales asquerosos o realidad virtual. Sienta en vivo y en directo el ruido de los cráneos estallando ante el disparo de la escopeta, sienta el calor de la sangre cuando se enfrenta a una horda despiadada de zombis asesinos reclamando por su cerebro. Nuestra empresa le brinda las mejores escopetas anti-zombi, con munición expansiva. Cascos de seguridad electrificados (sienta el horror y dolor del zombi cuando intenta morder el casco y reciba unos 10.000 voltios) y una cantidad considerable de zombis frescos garantizados para su diversión. Sus amigos disfrutarán la matanza y hablaron de su fiesta durante semanas. Anímese, llame ya al 0-800-tendaldezombis.

Acerca del autor:
Carlos Feinstein

Día de la madre - Lilian Elphick


Querido diario:
Hoy destapé el WC con soda cáustica; lavé la ropa a mano (máquina descompuesta) y la planché. Preparé niños envueltos para diez familiares que me visitaron; los atendí; oí sus logros, penas, frustraciones; me maldije por no tener diez floreros para los diez ramos de flores. Lavé los platos; serví el postre y el café. Algunos durmieron siesta: los cubrí con una frazada. Más tarde, se fueron dejando una estela de migas, servilletas, restos de niños debajo de las alfombras. Las flores estaban hediondas; el tacho de basura estaba repleto. Tuve que trapear el piso con cloro, mientras el perro se cagaba en la entrada de la casa.
Estoy cansada. No sobró comida.
Ay, ya se me estaba olvidando, ¡qué cabeza!: debo deshacerme del veneno. Y a ti, querido, tendré que quemarte.

Acerca de la autora:
Lilian Elphick

Asistencia con corte programado – Héctor Ranea


—Estamos chequeando su llamada —dijo la voz del teléfono—. Esperamos no llegar tarde, esto es Asistencia al Suicida. Es por el llamado del señor Murguel o Murgüel.
—Por favor, deje su mensaje —responde el contestador automático.
—Queremos pedir disculpas por la interrupción. ¿Se encuentra el autor de la llamada de las 19:32 a nuestro 0800?
—¿Sería tan amable de dejar su mensaje? —contesta la máquina de respuesta automática—. Siendo las 24:07 es probable que estemos todos dormidos.
—Llamo de Asistencia al Suicida. Es para pedir disculpas. Fue un corte programado de suministro de energía eléctrica. Ya fue reparado. El problema se originó en que el gerente se suicidó creyendo que era responsable por no haber pagado la cuenta.
—El usuario de esta línea —responde el robot parlante— no podrá atenderlo o atenderla.
—De cualquier modo, le dejo la inquietud: ¿Recibiría usted a cambio de nuestras más sinceras disculpas, un pequeño regalo de nuestra parte?
—Por favor, deje su mensaje. Su tiempo está por terminar.
—Acá Asistencia al Suicida: podemos ofrecer nuestra pizza de cianuro con paltas, rúcula y jamón serrano, muy eficaz, la fugazzetta de botulina, ideal para veganos, la familiar de crotoxina con anchoas y la de ajo a la estricnina ideal para melancólicos.
—Su mensaje ha sido grabado.
El señor Murguel, tres pisos abajo y con un disparo en la boca, ya no puede comer pizza.

Acerca del autor:

Falsa metonimia - Fernando Andrés Puga


La mano en el picaporte duda, tiembla. ¿Qué habrá detrás de la puerta?, se pregunta. El estruendo fue mayúsculo y tiene entendido que no hay nada en ese cuarto. Junta coraje y se dispone a abrir. No puede. El brazo que la sostenía huyó despavorido y la dejó librada a su suerte.

Acerca del autor:
Fernando Andrés Puga

lunes, 7 de marzo de 2016

Animalia - Lilian Elphick


Él era un cordero y me balaba al oído. Yo acariciaba su vellón y daba brincos de felicidad. Pero, yo quería más acción. Lo desollé y le puse una piel de lobo. ¡Aúlla ahora!, le ordené. Maulló apenas, como un gato recién atropellado. Entonces, ¡habla como hombre!, rugí. Y él me miró con ojos mansos. Anochecía en el Gólgota.

Acerca de la autora:
Lilian Elphick

Argumentos a favor del uso de las gomeras - Daniel Frini


Mi abuela supo siempre cuándo le robé alguna galleta, comía golosinas a escondidas después de lavarme los dientes, o me quedaba con dos insulsas monedas del vuelto.
«Me lo contó un pajarito», decía.
Toda mi infancia traté de superar a la vieja, pero nunca lo logré
—¿Por qué no fuiste a la escuela ayer?
―¿Cómo que no fui, Nona?
—Ayer faltaste a clases.
―¡Noo!
—No mientas ―y agregaba la frase lapidaria—. Me lo contó un pajarito.
Tarde entendí de la connivencia rayana en contubernio entre abuelas y aves.
Los pájaros —malditos sean; viles informantes, soplones, chivatos, delatores, botones― conforman una red insuperable de espías al servicio de las generaciones adultas que pergeñan inicuos planes en contra de la mejor y más sana infancia.
No les tendré piedad.

Acerca del autor:
Daniel Frini

Diagnóstico – Javier López


El doctor Martín evaluaba su propia situación como accidentado. Una curva cerrada y una carretera en no muy buen estado le habían conducido a la cuneta y ésta a un desnivel de poco más de un metro. El coche había dado un par de vueltas de campana y ahora se encontraba atrapado en su interior.
“Debo tener la segunda y tercera costillas esternales rotas, con posible compromiso de las apófisis vertebrales en regiones C3 y C4. Fracturas de cúbito y radio en brazo derecho, con lesión en incisura troclear y posibilidad de daño humeral. Lesiones moderadas en región metacarpiana, heridas inciso-contusas mútiples en tórax, piernas y rostro, así como hematomas diversos. Daños internos difíciles de evaluar por ahora. No descarto traumatismo craneo-encefálico de nivel 13-15 en la escala ECG”.
Como buen profesional, su diagnóstico resultaba del todo correcto, salvo por un único detalle: llevaba más de media hora muerto.

Acerca del autor:
Javier López

Ernie aprende una palabra nueva cuando ya olvida el resto - Héctor Ranea


Ernie estaba contento pues, aunque sabía que la olvidaría en breve, había aprendido una nueva palabra leyendo el diario.
Lástima para él que su memoria anduviera mal ahora que el tema del habla estaba nuevamente en la preocupación de algunos. Lástima porque para Ernie todo diccionario era ya un misterio. El número de palabras que recordaba disminuía, sin remedio, y ¡qué podía hacer! Al máximo tomar su pluma, recordarla por el mayor tiempo posible.
Leía intensamente, cantaba tangos, ponía letra a valses, cantaba cuando llovía (Alice no lo dejaba salir ni los días soleados ya).
Amaba la música; incluso tenía una composición para piano y voz de mujer (pensando siempre en Alice). Adoraba a Alice. En trenticuatro años jamás la había tocado aunque la había deseado con desenfreno.
Era el destino de ser ella hermosamente humana y él un yaco viejo, un loro gris; eso sí: de cola carmesí.


Acerca del autor:
Héctor Ranea

Mitología comparada - Juan Manuel Valitutti


Narciso pasaba las horas contemplándose en las aguas de un arroyo. La ninfa Eco había intentado seducirlo y había fracasado, y otro tanto había hecho el joven Ameinias, con igual resultado.
Pero Carmilla no se andaba con vueltas…
Tan pronto experimentó el cruel rechazo, se abalanzó sobre el muchacho y lo mordió en el cuello.
Narciso despidió a la vampiresa con violencia inusitada —se le hacía imperioso retornar al acuífero espejo— y se arrastró hasta la orilla.
Horrorizado, comprobó que el adolescente a quien amaba se había marchado sin dejar rastros.
Entonces tomó la espada… ¡y se dio muerte!

Acerca del autor:
Juan Manuel Valitutti

jueves, 3 de marzo de 2016

Sin máscara – Sergio Gaut vel Hartman


—La vida prolifera en los alrededores del Sistema Solar —dijo Draconis—. Hay dieciséis enanas amarillas en un radio de treinta años luz, y eso sin contar que las vecinas de clase F y K también tienen planetas habitados.
—¿Habitados o habitables? —dijo Karulis sonriendo—. No es una mera sutileza, supongo. Pero usted está pasando de la presunción al axioma.
—Nada de eso —se defendió el xenobiólogo—. He estado en cada uno de esos mundos y tengo pruebas de ello. —Y para reafirmar lo dicho, Draconis mostró su verdadera apariencia, la de un fulitex adulto de Tau Ceti. La sonrisa de Karulis se congeló y el corazón se le detuvo para siempre.

Acerca del autor:
Sergio Gaut vel Hartman

Nocturno de pasión - Antonio Jesús Cruz


El dramaturgo sonríe. La mirada verde y chispeante de la pelirroja lo ha seguido durante toda la actuación y él intuye la invitación que es tan vieja como el mundo.
Sospecha que su desfachatada elegancia ha hecho lo suyo. Es audaz y se sabe atractivo.
Camina hacia su camarín divertido y ansioso. Tiene la certeza de que en un rato ella gemirá en sus brazos.
Despierta atormentado por un frío espantoso. Algo lacera sus entrañas. Las sábanas están viscosas. Prende la luz y las ve teñidas de rojo.
Imagina el último acto de alguna de sus tragedias.
La pelirroja ya no está en escena.

Acerca del autor:
Antonio Jesús Cruz

Así en la tierra como en el cielo - Juan Manuel Valitutti


El reo contempló desamparado los grilletes que lo atenazaban.
Pidió morir.
—¿Quién me habla? —dijo una voz.
El reo miró a su alrededor. Pensó que estaba volviéndose loco.
Así que nuevamente requirió la muerte.
—¿Por qué quieres tal cosa? —preguntó la voz.
—¡Oh, Dios! —gimió el reo—. ¡Llévame!
Y la Voz dijo:
—No puedo llevarte. No puedo hacer nada, ¿ves? Me echaron los cepos: estoy atenazado, como tú.

Acerca del autor:
Juan Manuel Valitutti

Día del Escritor - Abel Maas


En el Día del Escritor,  no puedo dejar de felicitar a Daniel Brandelini, hombre de Villa Crespo, gran tomador de mate. Daniel escribió un libro que se llama “Azares y Azahares”, y dice así: “Este es el libro que escribí, al que le guste bien, y al que no que reviente”. Recomiendo la compra del libro, sin obligación de leerlo, el flaco debe seis meses de expensas.

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Sindicato - Daniel Frini


—¡Debemos hacer algo, compañeros! Ya hemos perdido toda credibilidad y nadie nos toma en serio. Acá el compañero Secretario General va a leer la propuesta que se pone a consideración de la Asamblea. Tiene la palabra el compañero Simón.
Pálido, casi transparente, quejumbroso y arrastrando cadenas; se dirigió al micrófono el compañero Simón de Canterville, fantasma desde 1574, Secretario General del Sindicato que los agrupa.

Acerca del autor:
Daniel Frini

Error astronómico - Javier López


Los astrónomos siempre nos han dicho que vemos el cielo tal como era hace millones de años. Así es, y cuando aseguran que una estrella está a tres millones y medio de años luz, eso quiere decir que la vemos en el firmamento con el aspecto que tenía hace tres millones y medio de años, que es lo que ha tardado su luz en llegar hasta nosotros.
Esta quizá fue la causa por la que fracasó la invasión de los pobladores del planeta Krupx, situado en la galaxia de Andrómeda, a 2,5 millones de años luz. Vinieron de sobrados a la Tierra, sin tomar precauciones ni traer la mayor parte de su armamento y tecnología, con los que nos habrían fulminado.
Y es que pensaban encontrarse a seres peludos, indefensos y escasamente armados con palos y piedras, tal y como nos habían visto en las pantallas desde su planeta...

 Acerca del autor:

El orden y su caos – Héctor Ranea


Días atrás, ordenando mi biblioteca, volví a tener un palimpsesto hecho con mi memoria de un cuento magnífico de Liliana Heker del cual, ¡ay!, solo recuerdo el tema, porque me ha ocurrido varias veces. De hecho, no es la primera vez que escribo usándolo de pretexto. 
El drama de encontrar la biblioteca vacía es peor que el de encontrar la página en blanco. Debía ordenar la biblioteca poniendo los libros con alguna lógica, pero ¿cuál era esa lógica?
¿Los ordeno de mayor a menor o al revés, para que se doblen poco? ¿En orden alfabético o por género? ¿Y si tienen dos géneros? ¿Qué tal si son obras completas? Si un autor escribe novelas, poesía y cuentos, ensayos: ¿no estaría bueno tener toda su obra a mano? Pero entonces... ¿ordeno por alfabeto de autores? 
¿Y qué si quiero tener todo lo de poesía y un libro tiene la rareza de que el único poema de un autor lo publicaron como apéndice en una novela? ¿Y si una autora sacó una novela de puta madre escrita en verso? 
Además, está el género teatro, que mezcla todo: ¿Dónde lo pongo a Shakespeare, con las obras de Freud? ¿Y a los dramaturgos argentinos? ¿Los pongo en los anaqueles de historia? Pensá, Panchito, pensá. 
Los informes del senatus populusquem americanorum, ¿van con la pornografía? ¿Mando los libros de ciudades a la parte turismo? ¿Qué hago, entonces, con Le città inesistenti de Calvino? 
Me mandaron libros en discos, ¿dónde van? Hemeroteca, claro. ¡Pero son cuentos! 
Usaré el ISBN, el ISSN, el decimal... pero voy a necesitar hacer fichas de cada uno.
¿Y si son muy gruesos? ¿Y si son de los que, cuando se caen lo hacen en la página donde quedé en volver pero ella se fue y...? Ya hay libros que me piden volver al anaquel porque los enamoraba la vista y las páginas de un Plaza y Janés algo descosido pero aún digno. No sé como ordenarlos, necesito el arca de Noé. Estaba en el estante de religión, enganchando sexualmente a la Biblia con la Rama dorada. ¡Puercas! (Sección Veterinaria). Último embate: ¿los aprieto mucho, poquito o nada?
(Fin de la cita).

Acerca del autor:

Transmutación - Paula Duncan


Hoy me siento árbol, un árbol de otoño.Casi puedo sentir como caen una a una mis doradas hojas. Cuando quede sin nada, yerma y desnuda, casi; solo digo casi sin vida. No tendré abrigo, el frío congelara mis venas; el viento sacudirá sin piedad y casi inmisericorde mis ateridos miembros, a su merced perderé algunos, quebrados por el rayo o la tormenta. 
Estaré sola…
Hasta que un día, un débil, casi tibio rayo de sol golpee mi herido cuerpo y descubra pequeño casi insignificante, el botón de la primera de muchas; muchísimas hojas entonces reviviré. Y volveré a sentirme árbol; un árbol de primavera.

Acerca de la autora:
Paula Duncan

El regreso - Adriana Alarco de Zadra


Cuando llegué al pueblo, finalmente pude arreglar los asuntos que dejó pendientes mi marido. He limpiado la pequeña casa y llenado de flores el balcón. Estoy pintando cuadros para adornar las paredes desnudas. Por el resquicio de la ventana escucho el silbido del viento mezclado con su murmullo de aprobación que me hace cosquillas en la oreja.
Lo que me pasa ahora es increíble. Lo siento tan cerca a mí que, en la calle, me doy vueltas y me encuentro cara a cara con un desconocido que habla en dialecto con su misma cantilena. Otras veces me apresuro para ver de frente a un alpinista con su mochila que camina como él pero no es él. En el café me sonríen sus ojos pícaros desde un rincón.
Me rindo.
Tengo que aprender a vivir en este pueblo con el fantasma de mi marido al lado…

Acerca de la autora:
Adriana Alarco de Zadra

Volver a empezar - Anna Rossell


Todo quedó arrasado. Después del terremoto, el huracán había barrido extensiones inmensas y el desplazamiento del eje había hecho el resto. Nadie se había tomado en serio a tiempo el más que anunciado calentamiento de la Tierra y aquello había acabado con la especie humana. No era posible que fuera él el único superviviente. Entre las ruinas, una hoja impresa de papel fino había quedado milagrosamente intacta y se acojonó cuando creyó captar por primera vez el verdadero sentido de aquellas palabras: Dios creó al hombre a su imagen y semejanza.

Sobre la autora:
Anna Rossell