Dormido, tomó las pastillas. Estaba seguro de que se olvidaba algo. Todavía con los ojos cerrados y los puños apretados volvió hacia la cocina. Abrió lentamente el cajón de los cubiertos, como si fuera una película. Tanteó y agarró el cuchillo del lado del filo, ni eso lo sacudió. Luego, con pequeños y seguros pasos, llegó hasta donde estaba Ella. Levantó con fuerza la mano, y se despertó.
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