Al principio fue sólo un pequeño interés
en ella. Apenas una manera de ocupar el tiempo y de paso ver algunas fotos de
una chica atractiva. Pero de a poco comenzó también a leer sus actualizaciones
y, de esa manera, se dio cuenta de que era más que su belleza. O quizás no. Tal
vez todo era obra de un rostro que le transmitía una sensación dulce y de un
cuerpo escultural. Nunca se sabe si lo que siente o piensa una persona de otra,
que se ha convertido en objeto de su obsesión, puede presumir de ser un
concepto cargado de objetividad. Por lo tanto, en este caso era imposible
saberlo, dado que, para entonces, ella ya se había convertido en su obsesión.
«Stalkear» es una palabra que se puso de
moda para describir el acto de visitar permanentemente el perfil de otra
persona en una red social. Estar al tanto de cada cosa que hace, que dice, que
siente... También saber si hay alguien en su vida. Es notable cómo, para una
persona perturbada, el hecho de poder visitar el perfil de otra se convierte en
la manera de vivir la ilusión de que se tiene una relación con ella. Relación
platónica, aunque relación al fin. La persona perturbada era Leandro y la otra
Loana.
Leandro supo, por la información virtual
que manejaba, que Loana se estaba viendo con un joven. Por algún motivo, empezó
a considerar que ese joven llamado Marcos era extraño, exótico, acaso
sobrehumano... un vampiro. No permitiría que a su chica le pasara nada. Lo
eliminaría. Se le antojó revelador lo parecidos que son los verbos stalkear y estaquear. No había dudas de
que el destino le enviaba un mensaje. Lo esperó una noche, cuando Marcos regresaba de estar con Loana, y cumplió con su
deber.
Ahora, Loana publica fotos de su novio,
acompañadas de frases que le prometen eternidad.
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