domingo, 28 de febrero de 2016

El primer viaje en el tiempo – Sergio Gaut vel Hartman


A su regreso del primer cronoviaje de la historia humana, al pie mismo de la máquina del tiempo que lo trasladara al remoto pasado, el profesor emérito de la universidad de Tandilia, Franco Sandonea, concedió una improvisada conferencia de prensa ante una enfervorizada multitud de periodistas de todos los medios del planeta y sus alrededores.
—¿Conoció a Aquiles, profesor? —primereó el corresponsal de Acrópolis Atenea favorecido por sus dos metros veinte de estatura.
—Lo conocí —respondió Sandonea—. Una gran decepción. El tipo era un enano engreído con un asesor de imagen excepcional.
—¿Qué puede decirnos de Nabushadrezzar I, Nabucodonosor para el vulgo? —espetó un experto en el tema que se salía de la vaina por brillar como un diamante.
—No fui a Babilonia, amigo, siento decepcionarlo —dijo Sandonea.
—Y a Lucrecia Borgia, ¿la vio cuando preparaba las pócimas? —La morbosidad de la pregunta disgustó al prefesor y lo obligó a poner los puntos sobre la íes.
—Escuchen: no viajé por todo el tiempo. Recorrí varios siglos, todos anteriores al episodio que más me perturbó e interesó siempre, la crucifixión. —Se produjo un silencio perplejo entre los periodistas, pero el viajero del tiempo no dio lugar a ninguna repregunta—. Supe desde un primer momento que a pesar de todos los riesgos debía intervenir. Así que intervine. —Giró la cabeza y miró la puerta de la máquina—. Flaco, podés salir —dijo—. Señoras y señores periodistas, con ustedes, el fundador del cristianismo…
Se oyó un rumor extraño, como si alguien dentro del artefacto tuviera dificultades para ponerse de pie. Y luego un silencio aún más incómodo que el anterior. Un silencio que fue roto por un periodista muy joven de la cadena Solar Novotny.
—Disculpe mi ignorancia, profesor. ¿Qué es el cristianismo?

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