jueves, 10 de diciembre de 2015

Señales, apuntes del natural - Paulus Deluca


Será por el nombre del lugar en que me encuentro, por la dualidad del mensaje de ese Carpe Diem en la puerta y ese demonio que, silueteado tras de mí me invita a beber y callar porque lo demás no es nada, que de pronto me ha entrado una ligera tentación de melancolía... Echo de menos a Anne... con ella escribía mejor, es cierto. ¿A quién voy a engañar a estas alturas?
No puedo resucitar a Sansón Restrepo y es una lástima, porque hoy me vendría bien su punto de vista.
No puedo decir que Maite me haga infeliz ni mucho menos; ¡Al contrario!.. Parece hecha especialmente para consentir todos mis caprichos y alimentar hasta la más pueril y frívola de mis ambiciones... Y no sé si eso es bueno.
Es un encanto de niña y no puedo negar que tiene un corazón de oro y una paciencia de santo, al menos en apariencia... y por ahora... Pero con ella cerca escribo menos y con menor frecuencia... incluso siento que mi inventiva se resiente: A base de comer todos los días, estoy engordando y me quedo sin ideas...
Es como si esa necesidad de inventar la rueda cada santa mañana hubiera disminuído, porque de algún modo sé que todo se acabará arreglando y que no puede pasarme nada malo mientras Maite ande cerca. Lo decía Zazie: Uno no escribe para decir que todo va bien, que va sobre ruedas... Por eso no escribo sobre ti...
Llamadme idiota, pero con esa arrogancia narcisista que brota en un alma bien dormida, bien comida y sin preocupaciones, que de repente se cree que su futuro depende únicamente de la propia voluntad, no puedo evitar plantearme si realmente todo el camino recorrido llevaba hasta aquí o si esto es sólo un claro en el bosque, un oasis en el desierto... una noche en el Ritz, camino de Auschwitz... o incluso algo peor, camino de ninguna parte... y la tumba como estación término.
Influenciado por un comic de superhéroes que he estado leyendo estos días, no puedo dejar de verme dibujado en colores planos, con un café en la mano mientras en grandes letras el dibujante de esta historia se pregunta: ¿Conseguirá el destino acostumbrar un alma incómoda a una relación serena? ¿Volverá a extenderse la carretera y a estrecharse el cerco en torno al cuello de nuestro héroe? ¿Será este el fin de las aventuras de Paulus de Best?
Y en esas estoy, a punto de escribir algo como: ...No os perdáis el desenlace en el próximo número, al tiempo que ruego al cielo una señal, cuando el teléfono me saca bruscamente de mis cavilaciones.
¿Tocayo? dice la voz al otro lado—. ¡Por fin te encuentro! Engrásate el culo y ponle pilas al magnetófono, que tenemos trabajo...
Y mientras pido al alto de la barra que me ponga otro café y hago cálculos mentales de cuánto costará poner a Miss Daisy a punto para la que se avecina en apenas dos semanas, noto cómo aflora nuevamente una de esas sonrisas...

Acerca del autor:  
Paulus Deluca

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