No le gustaba lo que veía a diario en el espejo. Ese día decidió
entrar para hablar con ella, para persuadirla de que dejara su odio de
lado y se decidiera a perdonar. Pero al hacerlo, solo logró que ese odio
se multiplicara en mil fractales y se incrustara en su carne hasta casi
desangrarla.
Ya pasó mucho tiempo de aquello. Hoy concluye que valió la
pena. Ahora la mujer del espejo ya no siente odio por quien la
abandonó: ahora comprende que nadie podría amar a un monstruo como ella.
Acerca de la autora:
Claudia Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario