Tras tantos milenios en el que los dos astros se llevaban viendo, por fin se habían enamorado. El sol de la luna y viceversa. Uno de la luz blanca de la otra y su reflejo en el mar oscuro y ella de los rayos del amanecer y de sus atardeceres románticos. Eran un Romeo y una Julieta, dos amantes con un amor imposible. Él era el día y brillaba con luz propia, ella era la noche y vivía amparada por las estrellas. No podían convivir pero tampoco vivir sin el otro, por eso conspiraron contra los ciclos naturales con tal de encontrarse y así aparecieron los eclipses, días en los que podían encontrarse, y amarse.
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Alberto Jaumot de Zuloaga
Alberto Jaumot de Zuloaga
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