Salió de la ciudad de madrugada, dejando tras de sí familia, amigos y una prometedora carrera como trititero ambulante. Montó su caballo enloquecidamente, día y noche, bajo el sol o la lluvia. Cabalgó y cabalgó hasta abandonarlo exhausto y, aún así, continuó cabalgando. Cuando llegó al fin del mundo, resopló, echó la vista atrás y comprobó horrorizado que, después de todo, su sombra aún le seguía.
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