Todo estaba listo para la boda. La víspera, en la cena de a dos, ella alargó una mano para servir los últimos chorros del íntimo champán y los escanció en su propia copa, bromeando: “Tú no te lo mereces, aún no eres mi marido”. Él celebró la broma. Meses más tarde se casó con otra mujer, ésta sí perfecta: era abstemia.
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Jorge Ariel Madrazo
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