Después de analizar la situación le dio a beber un té con un calmante, la ató fuertemente a la viga y le explicó como desatarse. Salió afuera y cerró la puerta de acero reforzado. Si Paula tenía suerte sobreviviría, pensó. Tomó los prismáticos y trató de ubicar la nube al noreste de la cadena de cerros. Ahí estaba, acercándose vorazmente hacia ellos. Tomó un cigarro roto de su bolsillo y lo encendió, no sin antes lanzar los prismáticos lejos. Y, al igual que un condenado a la silla eléctrica, se lo fumó apresuradamente.
Acerca del autor:
Armando Rosselot
Armando Rosselot
No hay comentarios:
Publicar un comentario