Y nos sentamos en la burbuja verde. Llena de cataratas y con orquestas sinfónicas, también habían pájaros y ratones (que arrancaron velozmente al percatarse de mi presencia), hasta un perrito feliz, que iba de lado en lado haciendo pipí. Y no en los árboles, porque al parecer les tenía bastante respeto. Gran ejemplo, ya que podríamos asemejarnos a él. Quizás así el León poderoso y lejano (que no para de meter ruido) dejará de rugir y sonriera un poco más, sí, así como el perrito.
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Armando Rosselot
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