Ese día iba a pedirle
matrimonio a su novia de siempre y decidió regalarle unas flores.
Pensaba en un ramo de rosas, pero en la floristería le llamaron la
atención unas que quizá antes había visto en libros o revistas. Pero
nunca delante de él.
—¿Y éstas como se llaman? —le preguntó a la dependienta.
—Lirios.
—Ahhh —exclamó dándose cuenta que exhalaba los mismos perfumes que estaba respirando.
Los llevó a su casa, y nunca llegó a hacer ese regalo. Se enamoró de aquellos lirios y ese amor duró eternamente.
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Javier López
Javier López
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