Ponga una palabra tras otra hasta formar una frase coherente. Obviamente, la coherencia de la frase dependerá de qué tipo de literatura usted piensa abordar. Por ejemplo, si usted escribe “Como una debilidad de gorra, no te acerques la camisilla para hablarme de un soldado” o “Justinegando la furtolerancia, el imbecilimio veregundó las gachas”, estas frases serán coherentes sí y sólo sí piensa abordar géneros de vanguardia o experimentales, mientras que frases como “—Dios mío!— dijo la condesa — ¡Estoy embarazada y no sé quién es el padre!” son coherentes si usted encara una novela gótica romántica o una narrativa posmoderna, plena de guiños y referencias a la cultura popular y masiva dirigidos a un lector que, como usted, entiende la ironía de la frase.
Sea como sea, una vez que terminó de escribir la primera frase repita el proceso tantas veces como sea necesario. Por supuesto, salvo que se haya decidido por los géneros experimentales más radicales, trate de que todas las frases guarden una relación entre sí, de modo que el producto final parezca tener una coherencia interna, un estilo propio e, incluso, un argumento definido.
Relea lo escrito, exclamando ocasionalmente (digamos, cada dos o tres párrafos) elogios a su propia originalidad, genialidad y/o creatividad. El propósito de esto es, como ya se habrá dado cuenta, estimular su ego al punto de que sienta la necesidad de escribir otro texto, superador del primero.
Repita el proceso de escritura, lectura y estimulación del ego cuantas veces sea necesario, aunque recomendamos hacerlo con moderación, ya que es muy común que algunos escritores nóveles se excedan y muy pronto se encuentren embarcados en una voluminosa novela-río, con el consiguiente riesgo de ser llevados por la correntada.
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Saurio
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