El látigo irrumpió el aire y se estrelló contra la piel de ébano. El negro se sacudió como si el golpe hubiera penetrado hasta el cartílago. El verdugo, un bárbaro de la Germania, era pésimo para la tortura. No tenía ni el más mínimo vínculo con la Roma, pero era rápido y sus servicios eran casi gratuitos. El vástago del esclavo esperaba su turno bajo el cálido cielo de la Arena. El público gritaba con el estímulo visual y sangriento de lo que acontecía.
—Te he dicho
que no me gustan las películas de esta temática. Mucho menos después de
aquél sórdido escándalo del protagonista. Prefiero el humor cáustico de
Allen o el horror pestífero de Craven.
Dicho esto. La novia le dio click al ícono de “películas de horror” y el novio tuvo que aguantarse.
Acerca del autor: Erath Juárez Hernández
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