Eructó libre, salvajemente, con
la plenitud de los impunes. Pensó durante dos segundos si valía el
esfuerzo de limpiar las evidencias de la matanza, pero ¿quién vendría a
meter la nariz en una cabaña perdida en lo profundo del bosque? Más
importante era conseguir un antiácido: después de devorar a la abuelita y
su nieta, sentía su vientre a punto de estallar.
Fuertes golpes a la puerta reclamaron su atención. Quedó inmóvil, ¿quién podría visitar a la anciana tan tarde? Carraspeó antes de atender, recordando cómo era la voz de la vieja.
—¿Quién es?
“Muy rasposa”, maldijo para sus adentros. Lo suyo no era la imitación.
—¡El leñador! —se oyó gritar, y a continuación se abrió la puerta.
Un joven alto y bronceado irrumpió jovialmente en la cabaña. A la luz del fuego que danzaba en la chimenea, podía apreciarse la potente musculatura contenida a duras penas por la ajustada camisa a cuadros.
—Soy tu hombre salvaje de los bosque, Abuelita... ¡como todos los viernes a la noche! —añadió con gesto cómplice, mientras comenzaba su sensual rutina de desnudista a domicilio.
"Vaya con la vieja!", pensó el Lobo Feroz.
Fuertes golpes a la puerta reclamaron su atención. Quedó inmóvil, ¿quién podría visitar a la anciana tan tarde? Carraspeó antes de atender, recordando cómo era la voz de la vieja.
—¿Quién es?
“Muy rasposa”, maldijo para sus adentros. Lo suyo no era la imitación.
—¡El leñador! —se oyó gritar, y a continuación se abrió la puerta.
Un joven alto y bronceado irrumpió jovialmente en la cabaña. A la luz del fuego que danzaba en la chimenea, podía apreciarse la potente musculatura contenida a duras penas por la ajustada camisa a cuadros.
—Soy tu hombre salvaje de los bosque, Abuelita... ¡como todos los viernes a la noche! —añadió con gesto cómplice, mientras comenzaba su sensual rutina de desnudista a domicilio.
"Vaya con la vieja!", pensó el Lobo Feroz.
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