domingo, 26 de febrero de 2017

Usos prácticos de la fe. Ejemplo 1 - Daniel Frini


Era una mujer de fe extraordinaria. La consideraban santa y admiraban su perseverancia en la oración. Los viejos comentaban: «Ña Dolores habla con Tata Dios»
La Milton era una empresa minera que, para extraer uranio, abrió una cantera en la sierra. Por el uso de explosivos, arrastraba serios problemas con los ambientalistas. Entonces, contrató a Ña Dolores para que moviera, a puro rezo, el material estéril que estaba sobre la veta.
Ella se arrodillaba y oraba:
―Padrenuestroqueestásenloscielossantificadoseatunombre…
Las montañas le obedecían y se movían, mostrando el mineral. Si no había uranio, ella las volvía a su lugar, alisando las grietas.
Años después, la mina se secó, la Milton se fue y ella se quedó sin trabajo. Deprimida, empezó a perder la fe.

Cuentan que, al final, sólo logró mover un metro, más o menos,  una pilita de escombros que  molestaba en la vereda del viejo Medina. Después, nada más. 

Acerca del autor: 
Daniel Frini

martes, 21 de febrero de 2017

Egos cibernéticos – Raquel Sequeiro


Rotaba la cabeza a mil revoluciones por minuto, como si esta fuera un disco, para entretener al bebé de los Potter. Era imposible no desvivirse por el pequeño, ya que su software, su hardware y sus funciones de almacenamiento eran, por defecto, las de una nanny, a eso lo habían condenado después de robar una barra de plomo, que había empezado a comerse. Hasta ahora, que el supiese, nadie había escapado de la ley que lo delimitaba dentro del fragmento Humanos. Las escaleras ardían, por qué o qué, cómo… pufff… el fuego empezó en su cabeza, que rechinaba mientras el bebé lloraba sin parar. A Tantra se le borraron varios archivos miméticos, explosionaron varias células albergadas en la caja faríngea del cerebro; para colmo se había puesto de parto y tendría que practicarse una cesárea. En las escaleras ardiendo, el calor era horripilante, trató de proteger al pequeño del fuego. 
Ahora comprendía que las personas tenían una vida dificultosa, por eso ellos pensaban menos y les dejaban las tareas difíciles a los robots de última generación como Tantra. La casa de madera se hundió por las llamas en el segundo piso, luego de todos esos chasquidos, crujidos, y roces, replegada sobre sí misma como el esqueleto del dinosaurio de un museo al que le hubiesen quitado un hueso. Tantra y Malik, el bebé. estaban a salvo afuera. A su alrededor, los bomberos intentaban apagar el fuego usando las largas mangueras de doble uso. (Alguien se equivocó y le envió una descarga eléctrica a lo que quedaba del primer piso, porque había girado la manguera del revés). La policía, las ambulancias, el ejército, no tardaron en llegar; todos, excepto el matrimonio Potter, que dormía el sueño de sus vacaciones. 
El doctor Regus carraspeó dentro de la sala adyacente a la casa, aunque realmente no supo si era en el sueño, en la simulación o en sus últimas vacaciones con los Potter que la pelota de fuego le chamuscó una esquina de la bata blanca. También el robot dudaba sobre la calidad de los sucesos, por lo que revisó los archivos de datos para saber si eso era una simulación o la pura verdad. En realidad, la casa era holográfica, pero resultaron ciertos los chismorreos del vecindario sobre que los Potter no querían a su hijo. El robot volvió a sus tareas en la cocina.
—¿Va todo bien,Tantránido Quístico? —preguntó el señor Potter antes de prender el hornillo de la cocina (de donde partió la primera chispa).
—Megabién —dijo el robot sonriendo. Malik reía, intentando no tragarse su desayuno desde la trona; la señora Potter no se daba por vencida.
—Sala 8 —dijo alguien. Marta Potter pasó enloquecida entre los sensores. Odiaba la realidad holográfico-mimética, la única vía de conocimiento que tenían para completar su ciclo de acierto-error sin provocar una catástrofe auténtica.
Le daba mucha vergüenza tener que quitarse la ropa frente a eso, un conjunto de piezas ensambladas en un cuerpo informe, voluptuoso por las cantidades de “ferralla”.

Acerca de la autora: 

domingo, 11 de diciembre de 2016

FALTA BIO - Determinismo - Camilo Fernández


Un rayo alcanza a un agricultor en pleno día mientras trilla la última hectárea de trigo en el sur de Corrientes. Instantes después, un motociclista frena a escasos centímetros de ser atropellado por un camión en Milwakee. Casi al mismo tiempo, un sacerdote es apuñalado por un grupo de monjas durante un ritual satánico al noreste de Torino. Esa misma tarde, la ciudad de Mandaori es prácticamente borrada del mapa junto a la mitad de sus habitantes. Antes, uno de los bloques de la pirámide principal del Louvre, colapsa sobre un turista japonés matándolo al instante.
En algún lugar de la nada, un gran tablero muestra la Tierra; a un costado, un Dios de semblante preocupado observaba su próxima jugada. En el otro extremo, con una sonrisa apenas dibujada, el Diablo se inclina para tener una mejor visual del juego, sabiendo que estaba muy cerca de convertirse en ganador.

Acerca del autor:
Camilo Fernández

sábado, 10 de diciembre de 2016

Cuántos más Otelos más Pinochos – Ana Caliyuri


El libro amarillento dejaba ver las telarañas que lo envolvían. Soplé con inquietud el polvillo antiguo, después de todo siempre se aprende de aquello que el tiempo no ha destruido. Llamó mi atención el título: De Otelos y Pinochos, rezaba la tapa en rojo púrpura. Parece ser que en este depurado libro el mentado moro (Otelo) padecía raptos agudos de melancolía que lo impulsaban a continuas infidelidades con distintas damas de la época. Obviamente que la historia escrita por masculinas plumas ha ocultado la verdadera versión, y es más, parece ser que el caballero de su confianza fue Pinocho. En todos lados se cuecen habas, y en la literatura también. Cualquier similitud con el hoy es sólo cuestión de naturaleza humana…

Acerca de la autora:
Ana María Caliyuri

lunes, 19 de septiembre de 2016

Aborígenes - Abrahan David Zaracho


—Se ha dicho que entre las famas de belleza resalta la de tu hija menor, Adarla.
—Así ha sido dicho, mi señor.
—Dado las edades de mis hijos ha llegado la hora de que coseches los beneficios de tus elecciones.
—Entiendo. Es un honor el pedido de su majestad.
—Tu familia y mi familia serán una sola familia. El ala norte del palacio de la tierra dorada será para ellos moradas. Este castillo será por siempre tu terruño.
—Su generosidad es infinita.
—Algo marcha mal, mi fiel vasallo.
—Es el fin de la noche mi señor, ¿recuerda? Se aproxima el alba.
—Recuerdo. Algo. Ya me parecía que estabas más viejo que ayer. ¿Fue ayer?
—Hace veinte años, mi señor. Ya se acerca mi tiempo. Pronto nos reuniremos.
—Pero nuestros hijos. Tu hija. Mis príncipes.
—Todos perecieron el mismo día. El azar me mantuvo con vida.
—Veo tu rostro a través de mi mano. ¿Todos volvemos como espectros?
—Sólo usted, majestad, cada vez que la luz de Ganecio es plena.
—¿Fueron las hordas del río?
—No, excelencia. Criaturas llegadas desde el cielo. Se hacen llamar humanos.
—Nadie ofreció resistencia.
—Sí, majestad. Resistieron los reinos del otro lado de nuestro mundo y las grandes exposiciones fueron las respuestas.
—Siento el vacío, mi buen Nariño.
—Así dice siempre. Todo está muy bien, mi señor.
—No quiero volver a tierras donde ya no es nuestra era.
—Yo tampoco, majestad. Yo tampoco voy a querer volver.

Acerca del autor:
Abrahan David Zaracho

lunes, 15 de agosto de 2016

Variaciones sobre “El Burro Flautista” de Tomás de Iriarte I – Daniel Frini


El Air Force One cayó al sur del Río Bravo, en un lugar desolado, con el sol de junio cayendo a plomo. Apenas podía reconocerse parte de un ala y, más allá, la cola. El resto, eran sólo hierros retorcidos. Antes de que llegara al lugar medio ejército de la Unión, un burro se acercó más famélico que curioso, y de casualidad se topó con una valija maltrecha, abierta, que contenía algún dispositivo de comando remoto. Como el color llamó su atención, quiso moverla con su hocico para investigar. Sin proponérselo, apretó un botón rojo que estaba en el dispositivo. Medio Irak y todo Irán quedaron inmediatamente obliterados.
—¡Órale! —dijo el burro—. ¡Ya soy presidente de los Estados Unidos!

Acerca del autor: Daniel Frini

jueves, 11 de agosto de 2016

Yo no sé qué hago con vos que sos pobre y no sabés francés - Jorge Ariel Madrazo


“Yo no sé qué hago con vos que sos pobre y no sabés francés”. Fue con gesto de preocupación que lo dijo, que Ana María dijo eso mismo que usted oye. Eso dijo. Entonces, durante una década, en mi bohardilla de poeta dediqué enrojecidas trasnoches al estudio del francés, mientras consagraba los días a seducir, té con masas mediante, a una hispánica condesita, luego mi cónyugue.
Hoy, diez años más tarde, soy millonario y feliz. Alevoso, cité a Ana María en El Gato Negro. Mi traje de terciopelo la descolocó. Más aún mi saludo: “je te remercie de ton geste en faveur de nos retrouvailles, geste si affectueux, presque amoureux..." La humillé así, media hora. Palideció. Hundió el rostro entre las manos. Exclamó, entre sollozos, algo que aún me esfuerzo en comprender: “¿Cuándo murió aquel poeta que amé hasta el delirio, por qué lo mataste?” Repito: no entendí esa pregunta absurda. Súbitamente el café fue invadido por el horroroso tufo de un poeta en descomposición.

Acerca del autor: